Hoy hice lo más inmoral que he hecho en la vida: dejé a mi hije en la escuela
Nos levantamos temprano, quince minutos antes del despertador. Me bañé mientras él jugaba fuera de la tina con sus animales de plástico. Me vestí, lo cambié. Le puse la ropa con su nombre que había dejado lista por la madrugada y le hice una cola de caballo. Tomé la pañalera, lo cargué y puse en su carriola, como si fuéramos al parque o a hacer alguna compra. Pero lo que se avecinaba sería un paseo inmoral. Pasamos la Plaza Luis Cabrera. Llevábamos el celular con música. Avanzamos por en medio de Álvaro Obregón, disfrutando el camellón con sus esculturas, fuentes y plantas. Cruzamos Insurgentes hacia la guardería 003 del IMSS. Llegamos veinte minutos antes de la entrada, pudo jugar y caminar en el patio. Hasta que finalmente le lave las manos, pasó la inspección de la encargada, a quien empezó a decirle por su nombre («Ale»), quizá sabiendo lo que se acercaba. «Pasé su tarjeta», me dijo. Registré su entrada. Lo cargo y se lo llevó con cara de espanto y alarido, mientras yo le decía, «vas a estar bien, vuelvo en cuatro horas».