Haraway sobre Octavia Butler: «todo su trabajo como escritora SF se afianza sobre el problema de la destrucción y el florecimiento herido en el exilio… el peso y el don terrenal de aquellos descendientes de personas esclavas, inmigrantes, e indígenas»

“Octavia Butler lo sabe todo sobre historias no contadas, aquellas que necesitan una bolsa de semillas remendada y alguien que viaje y siembre para hacer un hueco en algún lugar, y así florecer después de las catástrofes. En la Parábola del sembrador, la adolescente estadounidense hiperempática Lauren Oya Olamina crece en una comunidad vallada de Los Ángeles. Importante en la Santería del Nuevo Mundo y en los cultos católicos de la Virgen María, Yorúbá Óyá, madre de nueve, es la Orisha del río Níger, con sus nueve afluentes, sus nueve tentáculos sujetando lo vivo y lo muerto. Es una de las entidades chthónicas de los mil nombres, generadoras de los tiempos persistentes llamados el Chthuluceno. El viento, la creación y la muerte son los atributos y poderes de Oya para configurar mundos. El don y la maldición de Olamina eran sus ineludibles habilidades para sentir el dolor de todos los seres vivos debido a una droga que había tomado su madre, adicta durante el embarazo. Después del asesinato de su familia, la joven viaja desde una sociedad devastada y moribunda con un grupo variopinto de supervivientes para sembrar una nueva comunidad arraigada en una religión llamada Earthseed [«Terrasemilla»]. En el arco narrativo de lo que debería haber constituido una trilogía… la configuración del mundos SF de Butler imaginó Earthseed floreciendo al fin en un nuevo planeta natal entre las estrellas. Pero Olamina comenzó su primera comunidad de Earthseed en el norte de California, y es allí y en otros sitios en Terra donde deben permanecer mis propias exploraciones para resembrar nuestro planeta natal. Este hogar es el lugar donde las lecciones de Butler se aplican con especial ferocidad.

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