«La fuga ordinaria y el correr fugitivo del laboratorio del lenguaje»

por Juan Pablo Anaya

“Pero esto quiere decir que hay huidas de la fantasía en la bodega del barco. La fuga ordinaria y el correr fugitivo del laboratorio del lenguaje, el lugar brutalmente experimental de la fonografía negra. La totalidad paraontológica está en el proceso del hacer. Presente y no realizada en la presencia, la negritud es un instrumento en el proceso del hacer. Quasi una fantasia en su desvío paralegal, en su trenzar enloquecido; en la bodega la imaginación no produce ninguna cosa [nothing] salvo extra-sentidos. ¿Te acuerdas de los días de la esclavitud? De manera acertada Nathaniel Mackey dice “El mundo estaba siempre/en otro lugar,/no/había manera de que el lugar en que estuvimos/fuese ahí”. De manera similar, no hay manera en que el lugar en el que estamos sea aquí. Donde estuvimos, donde estamos, es lo que queremos decir por “mu”, a lo que Wilderson llamaría de manera acertada “el vacío de nuestra subjetividad”. Y entonces sucede que permanecemos en la bodega, en la fractura, como si entráramos una y otra vez a un mundo roto, para trazar su comitiva visionaria y unirnos a ella. Esta isla a contrapunto, en la que estamos a la deriva en busca de cimarronaje, en la que nos demoramos en una emergencia sin estado, en nuestra célula desintegrada y nuestra dislocación sujeta, nuestro punto de vista alucinado y nuestra capilla cantada, en (el) estudio de nuestra variación nacida-en-el-mar, enviada por su prehistoria hacia un arribo que no llega, como una poética de los saberes populares, de una articulación anormal donde la relación entre las coyunturas y la carne es la distancia plegada de un momento musical que es enfáticamente, palpablemente imperceptible y, por lo tanto, difícil de describir. Al haber desafiado la degradación, el momento se vuelve una teoría del momento, del sentir de una presencia que es incomprensible dada la manera en que nos toca.”