«Un juego tal, sin reglas, sin vencedores ni vencidos, sin responsabilidad, juego de la inocencia (…) en el que la destreza y el azar ya no se distinguen»

por Juan Pablo Anaya

«1o) No hay reglas preexistentes; cada tirada inventa sus reglas, lleva en sí su propia regla.

2o) En lugar de dividir el azar en un número de tiradas realmente distintas, el conjunto de tiradas afirma todo el azar y no cesa de ramificarlo en cada tirada.

3o) (…) Cada tirada emite puntos singulares, los puntos de los dados. Pero el conjunto de tiradas está comprendido en el punto aleatorio (…) Las tiradas son sucesivas unas respecto de otras, pero simultáneas respecto a este punto que cambia siempre la regla, que coordina y ramifica las series correspondientes, insuflando el azar a todo lo largo de cada una. (…) Cada tirada opera una distribución de singularidades, constelación (…)

4o) Un juego tal, sin reglas, sin vencedores ni vencidos, sin responsabilidad, juego de la inocencia (…) en el que la destreza y el azar ya no se distinguen (…) El juego ideal del que hablamos no puede ser realizado por un hombre o por un dios. Sólo puede ser pensado (…) Es, pues, el juego reservado al pensamiento y al arte, donde ya no hay sino victorias para los que han sabido jugar, es decir, afirmar y ramificar el azar, en lugar de dividirlo para dominarlo, para apostar, para ganar.»