Habría dos maneras de abordar lo personal: dando por hecho el espacio social, como un trasfondo o mero paisaje donde transcurre o viviendo el espacio social como algo contraído, donde no es paisaje sino rostro y cada problema personal conecta con lo político

por Juan Pablo Anaya

“resulta que “todo es político”, y ello tiene que ver también con una cuestión espacial (KLM, 30. Trad. 29). Continúan Deleuze y Guattari señalando que en las literaturas “mayores” los problemas individuales, personales, tienden a unirse con otros problemas individuales al modo del folletín, dejando el espacio social, ese que tanto le interesa a Kevin Lynch, como un trasfondo o mero paisaje. En una literatura menor, podríamos decir parafraseando la segunda ola del feminismo y a Kate Millet: “lo personal es político” y lo es porque el espacio social está contraído, no es paisaje sino rostro, y cada problema “conecta de inmediato con lo político” (KLM. 30. Trad. 29). Por ello, es interesante que la frase “lo personal es político” no se convierta en un “todo es político” en cualquier circunstancia y espacio. No es político lo personal del hombre blanco-anglosajón-de mediana edad-urbanita-etc. en su cotidianidad normalizada, ni en su margen estrecho de acciones incluso sorpresivas; eso es meramente personal y difícilmente expresable sin rubor. No todo es político, si todo lo fuera, nada lo sería. Es lo personal minoritario aquello que tiene potencia de desviar la norma. No es lo mismo las aventuras familiares o amorosas del Patrón que las familias y parejas “aberrantes” de cualquiera que salga de la norma y constituya un subconjunto contra o fuera del sistema. Y eso finalmente se nota, la familia, aventuras y amores de la norma tienden al tedio y las de la “desviación” o la minoría tienden al escándalo o al asco desde una posición mayoritaria…Y en ese asco y escándalo se juega la vida y la muerte, no sólo de un individuo sino también de una colectividad”

en Nuñez, Amanda, Gilles Deleuze. Una estética del espacio para una ontología menor, pág. 56