Descansa, en toda tu fuerza y regocijo, Patitas preciosa

por Juan Pablo Anaya

Mayra Roffe Gutman, mi pareja, murió el pasado 8 de febrero del 2023. El jueves 9 de febrero cremaron su cuerpo. Mayra nos había pedido que escogiéramos un árbol en el Parque México, cerca del estanque de los patos, al que nuestro hijo, Ilai, pudiera ir para recordarla. El Parque México siempre fue uno de sus lugares favoritos. Ahí aprendió a andar en bicicleta y tenía un árbol que decía era su casa. Muchas veces me contó cómo, de niña, lo cruzaba para ir del departamento de su mamá al de su papá, o de vuelta, y la emoción que le daban las actividades que ahí se ofrecían los domingos, como pintar cerámicas. A pesar de que no era el parque más cercano a nuestro hogar, a menudo prefería ir ahí. Por petición de ella, a ese mismo parque fuimos a ver a los patos y a comer papas fritas unas semanas antes de que falleciera. Para llegar al árbol que elegimos, si están mirando de frente hacia el estanque de los patos, y a sus espaldas se encuentra el Foro Lindbergh, tienen que caminar hacia su derecha. Cuando el camino se bifurca, toman a la izquierda. Frente a la banca que aparece casi de inmediato hay un árbol joven y con una copa muy verde.

Si les apetece recordarla pueden darse una vuelta por ahí.

Gracias a quienes me han escrito a mi whats, a mi mail o al facebook. Perdón que no pueda responder todos sus mensajes. Los he recibido con cariño. Como le he contado a muchas personas, cuando le dijeron a May que tenía cáncer hicimos un acuerdo de estar alegres a pesar de lo difícil que pudiera llegar a ser. También acordamos que no permitiríamos que la cara intolerable del tratamiento se volviera tolerable. A pesar del cáncer, fuimos muy felices por un año y ocho meses. Mayra tenía un cáncer incurable y sabíamos que la muerte la rondaba. Los últimos cuatro meses del tratamiento la enfermedad avanzó y eso que temíamos sucedió. Los efectos en su salud de este proceso tomaron buena parte de nuestra vidas. A pesar de ello, cuando encontraba algo de energía, nunca dejó de bromear, comer, reír o abrazar a Ilai. Los medicamentos de cuidados paliativos le hicieron el último mes y medio más ligeros, pero el cáncer no se detuvo. Dos días después que nos dijera que ya no quería seguir con el tratamiento, Mayra murió. Un día antes me dijo que ya quería irse. En casa estamos tranquilos de que lo intolerable se acabó y ella pudo descansar. A mí me da tranquilidad que, cuando lo decidió, pudo morir. Siento que Mayra nos dejó una herencia en la que la dignidad coincide con la alegría.

Descansa, en toda tu fuerza y regocijo, Patitas preciosa.