Todas las economías, incluida la capitalista, están organizadas alrededor de una idea-límite que si se cruza nos llevará a otra forma de vida
por Juan Pablo Anaya
«Límite y umbral
Todas las economías involucran intercambio. Según Deleuze y Guattari, es sólo en apariencia que el intercambio se organiza según un principio de equivalencia que se aplicaría de manera puntual en cada acto de intercambio entre dos individuos: por ejemplo, la equivalencia entre un bien de un cierto tipo y otro realizado puntualmente en un trueque. El intercambio, sin embargo, no es puntual. Tiene un orden serial que implica una colectividad. Deleuze y Guattari argumentan que las series de intercambios están, de hecho, organizadas como una función de un límite. El límite es “la Idea de los últimos objetos recibidos, o más bien receptibles, en ambos casos, respectivamente” (Deleuze and Guattari, 2002, p. 445). Aquí, “últimos” no significa “el más reciente, ni el último, sino más bien el penúltimo, es decir, el último antes de que el intercambio aparente deje de resultar atractivo para los intercambistas, o les obligue a modificar su agenciamiento respectivo, a entrar en otro agenciamiento” (Deleuze and Guattari, 2002, p. 445). Atractivo: la idea del límite es cualitativa. La idea-límite del penúltimo intercambio, después del cual la serie de intercambios cambiaría intuitivamente, informa cada acto puntual de comercio. De esta manera, hay una evaluación cualitativa que subyace a cada “equivalencia” producida por un intercambio y que mantiene la posibilidad de que la serie de intercambios pueda continuar como antes. Lo atractivo de mantener la actividad de intercambio es esencialmente la deseabilidad de mantener la forma de vida asociada con los objetos intercambiados.
Deleuze y Guattari ponen el ejemplo del intercambio de hachas en una sociedad tribal. Si se pasa la penúltima y se llega al límite, habrá un excedente de hachas. Cuando se absorbe el excedente, necesariamente ocurrirá una transición hacia un nuevo agenciamiento: una nueva forma de armamento o una nueva forma de producción agrícola. Un modo de vida entero será transformado. Llegar al límite implica pasar un límite cualitativo hacia una nueva forma colectiva de vida que presenta nuevos tipos de actividad. La equivalencia puntual realizada en un intercambio dado entre individuos es una función de una evaluación cualitativa que en última instancia atañe a una forma colectiva de vida. El objeto de evaluación no es tanto la cosa intercambiada sino el campo relacional de actividad en el cual se inserta el objeto. La evaluación cualitativa del límite es el principio organizador de un campo de relación que informa y sostiene inmanentemente cada evento puntual que le pertenece. Lo que está en juego es menos la equivalencia entre los objetos intercambiados que el sostén de su campo relacional de intercambiabilidad, dentro de ciertos parámetros cualitativos. La idea del límite es la expresión económica de un ideal colectivo: la deseabilidad de una forma de vida. Esto no es un ideal trascendente. Opera de manera inmanente a los eventos que concierne. Al no ser cruzado, el límite es un factor sustentador en la producción serial de nuevas iteraciones de eventos en el mismo campo cualitativo. Si es cruzado, habrá sido un factor generativo en “un nuevo comienzo necesario” (Deleuze and Guattari, 2002, p. 445). De cualquier manera, es un factor creativo.
Según Deleuze y Guattari, el principio que afirma que el intercambio es fundamentalmente “marginalista” (que se sostiene por una evaluación cualitativa relacionada un límite más allá del cual yace un nuevo comienzo necesario), y que la operación del límite está imbricada (bound up) con el excedente, organiza también al mercado capitalista. No es solamente que el intercambio capitalista esté inmanentemente organizado sobre líneas marginalistas, sino que dentro del campo de intercambio capitalista proliferan formas de vida que no son capitalistas por sí mismas, no obstante, afirman directamente una forma de vida y ciertas cualidades experienciales que operan también en términos marginalistas. La organización activa de un campo de relación como función de un límite inmanente que coincide con el umbral de un nuevo comienzo es algo característico de todas la economías cualitativas (y de la dimensión cualitativa de las economías orientadas en general hacia la cuantificación).
Tomemos el ejemplo del alcohólico que Deleuze y Guattari utilizan. En el proceso de beber, cada trago que intercambia el alcohólico por dinero es, hasta cierta medida, potencialmente su “último” trago. Si la “ultimidad” potencial —la idea-límite— no es negociada, el proceso de beber, y las formas de placeres, dolores, e interacciones sociales asociadas con ello, no serán sustentables. Para que el proceso continúe, el último trago no debe ser el último sino aquel que se encuentra cerca-del-ultimo: precisamente un vaso antes del vaso final. El último vaso llevará al alcohólico a cruzar el límite hacia un nuevo campo relacional que alberga otras cualidades relacionales. Si se supera el límite del penúltimo y se alcanza ese límite, el alcohólico cruzará el umbral que va de la intoxicación a, por ejemplo, el envenenamiento por alcohol. El umbral habrá pasado de ser parte de una-forma-de-vida a ser un punto de colapso-que-amenaza-la-vida. Nuevos campos relacionales esperan: el hospital, Alcohólicos anónimos, posiblemente el cementerio. El significado de “último” debe ser recalibrado continuamente. El límite será relativo a cualquier número de factores: la velocidad con que se bebe, el nivel de fatiga, el nivel de estrés, y la calidad de la compañía. La evaluación intuitiva del límite modificará eminentemente el campo relacional de la experiencia alcohólica. Si no se llega al límite, el beber volverá a comenzar, siguiendo su propio ritmo de intoxicación y sobriedad. Si se cruza el umbral, los resultados podrían ser desastrosos, o curativos. La necesidad de volver a comenzar podría ser un desplazamiento hacia una abstinencia restauradora. Ahora la vida misma tendrá que funcionar como su propio poder de intoxicación, sin duda alterando el campo de relación y la forma de vida.
El punto no es que beber sea bueno o malo. Tal clase de evaluación moral se hace de acuerdo a criterios extrínsecos al proceso. La evaluación inmanente del proceso sólo concierne a continuar en el mismo campo relacional o a cambiar hacia otros campos y formas de vida. Cuando el proceso continúa, es porque ha logrado afirmar sus propias operaciones mediante una evaluación inmanente, cualitativa y que se modula a sí misma (self-modulating evaluation). Cuando pasa el umbral hacia un cambio, plantea la pregunta existencial acerca de la forma de vida germinal que reside más allá de ese umbral y sus cualidades futuras de experiencia. Aunque no sea ni buena ni mala a priori, como sea que se desenvuelva la idea-límite, la evaluación inmanente que involucra nunca es neutral. Idealmente contribuye a sostener y a modular, o a volver a hacer germinar (re-germinating), formas de vida. Esto la hace, por sí misma, un factor creativo y una fuerza de vida.»
Manning, Erin y Brian Massumi en Thought In The Act (traducción de Alan Díaz y Juan Pablo Anaya).