En el post de la semana pasada, la crónica acerca del fallecimiento de Charlie Parker buscaba subrayar el escenario de muerte del gran músico, los dos protagonistas relevantes de la escena: el televisor y un cuerpo maltrecho y, por último, “el motor inmóvil de” o “la primera causa en” la compleja serie de sucesos en ese organismo que desencadenarían su muerte: la risa. Una causa de muerte similar a la del músico (una estruendosa carcajada) era la única posible que podía imaginar el filósofo Gilles Deleuze para la filosofía.
«La filosofía tiene una función que sigue siendo plenamente actual, [señalaba Deleuze,] crear conceptos. Nadie puede hacerlo en su lugar. Ciertamente, la filosofía siempre ha tenido rivales, desde los “pretendientes” de Platón hasta el bufón de Zaratustra. Hoy, estos rivales son la informática, la comunicación, la promoción comercial que se ha apropiado de las palabras “concepto” y “creativo”, y estos “conceptores” constituyen una estirpe de desvergonzados que hacen del acto de vender el supremo pensamiento capitalista, el cogito mercantil. La filosofía se siente pequeña ante esos poderes pero, si muere, al menos será de risa» (Gilles Deleuze)
La comparación entre la muerte real del saxofonista y la muerte posible de la filosofía creo que es instructiva.
La carcajada de Parker es parte de una risa porque desencadena toda una serie de procesos en la physis del cuerpo pero que comienza en un quiensabedónde (posiblemente el terreno del sentido) que después se vuelve proceso químico y después movimiento. Para el que escribe este blog no es una risa de muerte a la manera de un desenlace, como la que podría llegar a sufrir la filosofía frente a la mercadotecnia, sino un camino. Como lo dijo alguien más, Charlie Parker nunca fue un perseguido, sino un perseguidor cuyos azares eran consecuencia del trabajo del cazador y no de los miedos de la bestia acosada. La muerte de Charlie Parker es ciertamente el deceso de otro tipo de pensadores no filósofos que poseen, además, la naturaleza de una mercancía.
Una alianza con este tipo de personajes nos podría abrir la posibilidad de una pregunta como la siguiente ¿es posible hacer de la eficacia del tráfico mercantil y de su simplificación en slogans, un comercio promiscuo en el flujo de las ideas desde el cual se podría volver a pensar? Así, quizá podamos morir de risa de vez en cuando, pero para ver con nuevos ojos el viejo problema. Ahora que el discurso de los pretendientes ha probado una irrefrenable eficacia, habría que trabajar para apropiarnos de sus estrategias. Y habrá que pensar después si es posible interiorizar el sarcasmo del bufón, para disolver los argumentos de autoridad naturalizados en un montón de necedades con nombre propio, a manera de dioses con fecha de nacimiento cuya existencia se puede comprobar en un archivo.
«It was Saturday [March 12, 1955], and Charlie [Parker] had stopped drinking those big quantities of ice water. The Baroness helped move him to another part of the room so that he would be closer to the TV set. The Tommy Dorsey Show was due on in a few minutes, and Charlie wanted to see that….
Dorsey’s theme was Getting Setimental Over You. The way Dorsey played it, the tune didn’t swing very much, but Charlie liked the silky sound that T.D. got from the trombone. Then a juggler came on. Charlie had seen the same juggling act in vaudeville as a boy in Kansas City. The same thing the juggler did on the Tommy Dorsey show with trick bricks had been done in 1933 in vaudeville…
Charlie began to laugh. «Crazy!» He laughed aloud in his deep, hearty, uninhibited laugh. Ridiculous, but it still fooled people, just as it had in Kansas City. He liked that. It broke him up. The laughter became louder. As he continued to laugh, there was an intense rush of pain and a giddy sensation. He began to choke. There was blood in his throat, and he was choking… Inside him there was a sensation of something vital giving a way. Collapsing. Then the pain became overpowering. A massive, numbing impact of pain. Like a supershot of high- grade heroin….
The stomach wall perforated by the peptic ulcer. The heart driven to its final, spasmodic, locked systole. The answer would never be quite clear. The mechanism that enable Charlie Parker to ball, scoff, jive, turn on, con, act, to play the saxophone, sustaining the column of air in the throat, controlling the stiff reeds, supplying the energy to the musical computer in the brain, driving the fingers as they rattled against the levers and the keys-all came to a stop.»
(Russell, Ross, Bird Lives!, Quarter Books, London: 1994)
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