La fugitividad de lo público o la manera en que «el crédito es un medio de privatización y la deuda un medio de socialización.» Fred Moten y Stefano Harney

por Juan Pablo Anaya

«Dicen que estamos demasiado endeudados. Que necesitamos un mejor crédito, más crédito, menos gasto. Ofrecen reparar nuestro crédito, una asesoría crediticia, un microcrédito, un plan financiero personalizado. Nos prometen igualar de nuevo la deuda y el crédito, el crédito y la deuda. Pero nuestra deuda permanece en mal estado. No dejamos de comprar una nueva canción, una nueva ronda. No es crédito lo que buscamos, ni siquiera una deuda, sino una mala deuda, lo que es decir una deuda real, una deuda que no pueda ser pagada de vuelta, la deuda a la distancia, la deuda sin acreedor, la deuda negra, la deuda queer, la deuda criminal. Deuda excesiva, deuda incalculable, deuda sin ninguna razón, deuda separada del crédito, la deuda como principio de sí misma.

El crédito es un medio de privatización y la deuda un medio de socialización. En tanto sigan siendo una pareja en la violencia monógama de un hogar, de una pensión, de un gobierno, de una universidad, la deuda únicamente podrá alimentar un crédito, la deuda únicamente podrá desear un crédito. Y el crédito únicamente podrá expandirse por medio de una deuda. Pero la deuda es social y el crédito es asocial. La deuda es mutua. El crédito avanza únicamente en una dirección. La deuda, por el contrario, avanza en todas direcciones, se esparce, escapa, busca refugio. El deudor busca refugio entre otros deudores, adquiere deuda de ellos, les ofrece deuda de vuelta. El lugar de refugio es el lugar al que únicamente le puedes deber más y más porque no hay acreedor, no hay pago posible. Este refugio, este lugar de mala deuda es a lo que llamamos lo público en estado fugitivo (the fugitive public). Atravesando lo público y lo privado, el estado y la economía, lo público en estado fugitivo (the fugitive public) no puede ser conocido por su mala deuda, sino únicamente por sus malos deudores. Para los acreedores es sólo un lugar en el que algo está mal, aunque eso que está mal –la cosa invaluable, la cosa que no tiene valor– es lo deseado. Los acreedores buscan demoler ese lugar, ese proyecto, con tal de salvar a los que viven allí de sí mismos y de sus vidas.

Lo investigan, reúnen información acerca de él, tratan de calcularlo. Quieren salvarlo. Quieren romper su forma de concentración y poner los fragmentos en el banco. Pero súbitamente, aquello que el crédito no puede entender, la cosa fugitiva por la que no se obtiene crédito, resulta ineludible.

Una vez que empiezas a ver la mala deuda, empiezas a verla en todos lados, a escucharla en todos lados, a sentirla en todos lados. Esta es la verdadera crisis para el crédito, su verdadera crisis de acumulación. Eso es lo que hace a la mala deuda tan malvada. La deuda ahora empieza a acumularse sin él. La vimos ayer en un paso de baile, en unas caderas, una sonrisa, en la manera en que se movía una mano. La escuchamos en un momento de descanso, un corte, una cadencia, en la manera en que las palabras saltaban. La sentimos en esa manera en que alguien guarda lo mejor que tiene sólo para dártelo y después ya no está, dado al fin, una deuda. No quiere nada a cambio. Tienes que aceptarlo, tienes que aceptar eso. Estás en deuda pero no puedes dar crédito porque no lo tomarán. Después suena el teléfono. Es el acreedor. El crédito te sigue la pista. La deuda olvida. No estás en casa, tú no eres tú, te mudaste sin dejar tu dirección de destino llamada refugio»

Fred Moten y Stefano Harney, «Deuda y estudio» en Los abajocomunes, pág. 96. Traducción modificada. Descargable aquí: https://bordarretazos.files.wordpress.com/2019/02/acomunes_web_pags.pdf