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Categoría: Mi papá el PRI

Kendrick Lamar cual Raúl Zurita: «aquello que sucede en la Tierra se queda en la Tierra» o «si el agua tiene memoria, también habría de tener memoria de eso»

 

La importancia del fuego

Fuego

Derecha e izquierda de la alberca: David Hockney y el capitaloceno.

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LlamasAlberca

Salir de la posición de víctimas: crear nuevas realidades.

«Salimos de la posición espectadora cuando nos volvemos capaces de pensar y actuar. Y nos volvemos capaces de pensar y actuar produciendo lo que los autores llaman un “agarre” o un “asidero”. Es decir, un espacio de pensamiento y acción a partir de un problema concreto. En ese momento ya no estamos frente a la pantalla, opinando y a la espera, sino implicados en una “situación de lucha”. Tanto hoy como ayer, son esas situaciones de lucha las que crean nuevos planteamientos, nuevos posibles y ponen a la sociedad en movimiento.

(…)

(Un ejemplo:) En 2001, 39 empresas farmacéuticas mundiales, sostenidas por sus asociaciones profesionales, abren proceso contra el gobierno sudafricano que garantizaba la disponibilidad a costo moderado de medicamentos para el sida. La alternativa infernal entonces decía: o hay patentes y precios altos, o es el fin de la investigación. El progreso tiene un costo y un coste.

Pero las asociaciones de pacientes de sida salen de su papel de víctimas y politizan la cuestión que les afecta: investigación, disponibilidad de los medicamentos, derechos de los enfermos, relación con los médicos. Piensan, crean, actúan. Suscitan nuevas conexiones con asociaciones humanitarias, otros afectados, empresas farmacéuticas sensibles, Estados favorables como Brasil, etc. Porque el mapa de una situación de lucha (los amigos y los enemigos) nunca está claro antes de que se abra, sino que esta lo redibuja. No hay “sujeto político” a priori, la situación de lucha lo crea.

La alternativa infernal pierde fuerza y los industriales acaban retirando su demanda. No porque los afectados les hayan opuesto buenos argumentos críticos, sino porque han creado nueva realidad: nuevas legitimidades, maneras de ver, sensibilidades, alianzas. En una situación de lucha, nos dicen los autores, los diagnósticos críticos son “pragmáticos”, es decir, inseparables de la cuestión de las estrategias y los medios adecuados. En definitiva, de las alternativas infernales se sale sólo “por el medio”: a través de situaciones concretas, por medio de prácticas, desde la vida.

Podemos pensar en el mismo sentido las luchas de los últimos años: desde la PAH hasta YO SÍ Sanidad Universal, pasando por los movimientos de pensionistas y de mujeres. Una situación de lucha es el “intelectual” más potente: no sólo describe la realidad, sino que la crea, suscitando nuevas conexiones, problematizando nuevos objetos, inventando nuevos enunciados. De hecho, los intelectuales-portavoces (nuevos y viejos) surgen muchas veces en ausencia de situaciones de lucha, para representar a los que no piensan.

Sin situaciones de lucha no hay pensamiento. Sin pensamiento no hay creación. Sin creación estamos atrapados en las alternativas infernales y espectaculares. La representación se separa de la experiencia social. Sólo quedan los juicios morales, las generalidades y la espera. El runrún cotidiano del espectáculo mediático y político, así como de nuestras redes sociales.

(…)

Seguramente necesitamos una nueva poética política. Por ejemplo, una palabra nueva para hablar de lucha, que asociamos muy rápidamente a la movilización, a la agitación activista, a un proceso separado de la vida, etc. Reinventar lo que es luchar. En realidad, una lucha es un regalo que nos damos: la oportunidad de cambiar, de transformarnos a la vez que transformamos la realidad, de mudar de piel. No hay tantas.

Una situación de lucha no es ningún camino de salvación. Así solo la ve el espectador, que se relaciona con todo desde fuera. Desde dentro, es una trama infinitamente frágil, muy difícil de sostener y avivar. Pero también es ese regalo. La ocasión de aprender, junto a otros, de qué está hecho el mundo que habitamos, de tensarlo y tensarnos, de probarlo y probarnos. Para no vivir y morir idiotas, es decir, como espectadores.»

Tomado de aquí: http://lobosuelto.com/?p=21717

Decir algo en nombre propio

«Es curioso lo de decir algo en nombre propio, porque no se habla en nombre propio cuando uno se considera como un yo, una persona o un sujeto. Al contrario, un individuo adquiere un auténtico nombre propio al término del más grave proceso de despersonalización, cuando se abre a las multiplicidades que le atraviesan enteramente, a las intensidades que le recorren… La experimentación con uno mismo, es nuestra única identidad.»

(Deleuze con Claire Parnet, Conversaciones)

Una culpabilidad inconsciente constituye uno de los engranajes esenciales para el buen funcionamiento del sistema de autosometimiento de los individuos a la producción: el policía y el juez internos quizás son aún más eficaces para ello que los ministerios del Interior y Justicia juntos (Félix Guattari)

las clases obreras de los países económicamente desarrollados están objetivamente implicadas, aunque más no fuera por la creciente diferencia de los niveles de vida relativos, en la explotación internacional de los antiguos países coloniales. Luego participación inconsciente y de todo tipo de formas: los trabajadores reabsorben más o menos pasivamente los modelos sociales dominantes, las actitudes y los sistemas de valor mistificadores de la burguesía –reprobación del robo, de la pereza, de la enfermedad, etc.– reproduciendo por su propia cuenta objetos institucionales alienantes tales como la familia conyugal y lo que ésta implica de represión intrafamiliar entre los sexos y los niveles de edad, o bien su apego a la patria con su inevitable resabio de racismo […] Desde su más temprana edad, y aunque no fuera más que en razón de que aprenden a leer en el rostro de sus padres, las víctimas del capitalismo y del ‘socialismo’ burocrático están atormentadas por una angustia y una culpabilidad inconscientes que constituyen uno de los engranajes esenciales para el buen funcionamiento del sistema de autosometimiento de los individuos a la producción. El policía y el juez internos quizás son aún más eficaces que los ministerios del Interior y Justicia. La obtención de este resultado descansa en el desarrollo de un antagonismo acentuado entre un ideal imaginario que se inculca por sugestión colectiva a los individuos, y una realidad totalmente distinta que los espera en la esquina […] Se obtiene así […] en definitiva, todo un sistema de demanda que perpetúa la dependencia inconsciente respecto del sistema de producción, lo que constituye la técnica de la ‘participación’. El resultado de este trabajo es la producción en serie de un individuo que estará también mal preparado para afrontar las pruebas importantes de su vida”.

(Guattari,Psicoanálisis y transversalidad, pp. 317-318)

«Sería preciso que el individuo se captara a sí mismo como acontecimiento. Y que el acontecimiento que se efectúa en él fuera captado como otro individuo injertado en él» Deleuze

“Sería preciso que el individuo se captara a sí mismo como acontecimiento. Y que el acontecimiento que se efectúa en él fuera captado como otro individuo injertado en él. Entonces, este acontecimiento no sería comprendido ni querido ni representado sin comprender y querer también a todos los otros acontecimientos como individuos, sin representar todos los otros individuos como acontecimientos. Cada individuo sería como un espejo para la condensación de las singularidades, cada mundo una distancia en el espejo (…) es el descubrimiento nietzscheano del individuo como caso fortuito, tal como lo ha recogido y recuperado Klossowski en una relación esencial con el eterno retorno: de ahí «las vehementes oscilaciones que trastornan a un individuo mientras no busca más que su propio centro y no ve el círculo del que él mismo forma parte, porque si estas oscilaciones lo trastornan es porque cada una responde a otra individualidad que la que cree ser desde el punto de vista del centro inencontrable; por ello, una identidad es esencialmente fortuita y una serie de individualidades debe ser recorrida por todas y cada una, para que la fortuidad de ésta o aquélla las haga a todas necesarias» (…) elevamos cada acontecimiento a la potencia del eterno retorno para que el individuo, nacido de lo que sucede, afirme su distancia con cualquier otro acontecimiento y, al afirmarla, la siga y la despose pasando por todos los otros individuos implicados por los otros acontecimientos, y extraiga de ahí un único Acontecimiento que no es sino él mismo de nuevo, o la libertad universal (…) Contra-efectuando cada acontecimiento, el actor-bailarín extrae el acontecimiento puro que comunica con todos los otros y vuelve sobre sí mismo a través de todos los otros, con todos los otros.”

Gilles Deleuze, Lógica del sentido

«Uno cruza la meta como puede y no como debe»

«Escribir es tener orgullo y humildad. En ese orden. Orgullo para profetizar, como Zola: “Seré Balzac o nada”. Humildad para admirar la gloria de ese otro que ha visto lo que nosotros hemos creído ver. Uno cruza la meta como puede y no como debe. No se trata de falta de esfuerzo sino de plena conciencia de los poderes con los que contamos. Es posible expandirlos, entrenarlos, pero íntimamente sabemos lo que somos.»

Fragmento del ensayo «La Invencible» de Vicente Quirarte, descargable aquí:

http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/0112/quirarte/01quirarte.html

Fragmentos del ensayo «La invencible», de Vicente Quirarte

versión integra del texto aquí: http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/0112/quirarte/01quirarte.html

«Los auténticos vencidos no se salvan. Logran hacerlo, a veces, los enamorados. Voraces como nadie, el amor los parte con un rayo seco y les otorga la posibilidad de la resurrección. Los otros se arrojan seguros de llevar un ancla al cuello. Quien evade a la Parca, desquicia las agujas del cuadrante: su tiempo no ha llegado. Únicamente el samurái que se hunde su obediente acero, altivo y fulgurante como nunca, es señor de la vida y la muerte.

(…)

¿Por qué traer a Bartleby, a leerlo otra vez, precisamente hoy, a La Invencible? Tal vez para convencerme de que añadir una línea más a todo lo escrito es una tarea imposible pero que siempre habría caminos para decir de otro modo los mismo. Seguramente, cuando a mi padre le aconsejaron que aceptara vivir una existencia mutilada, con sus ojos ya en otra parte contestó: ‘Preferiría no hacerlo’: en todo cuanto hizo se dedicó a ser fiel a esta verdad, basada en la estoica negación. Puso sus mejores cartas a la palabra escrita. No escribir era morir.

(…)

Uno de los últimos días de su vida lo vislumbré en un café cercano a Insurgentes al que solía ir en compañía de sus alumnos y donde compensaba sus prolongadas estancias con espléndidas propinas. Desde la calle lo descubrí solo, acodado en una mesa, en una inmovilidad desoladora. Su rostro ya no estaba en este mundo y una mirada ceniza invocaba con urgencia la piedad de la muerte. Me seguí de largo, con la inmediata mandíbula del remordimiento afianzada en la carne del alma. Mi instinto vital me alejaba de quien se hundía con el barco, pero que dentro de su personal maremoto todo lo preparaba para que el resto de la tripulación no se perdiera. Su actitud física –reflejo de su alma– era la del ángel de Durero: rodeado de todos los instrumentos para trazar y construir lo que sus habilidades le exigían, aquellas para las que estaba preparado, su gesto amargo lo transformaba en su peor enemigo, lo hacían blanco impecable de sus insospechables e íntimos dolores. Alguien muy sabio y longevo, Johann Wolfgang Von Goethe, escribió que la actividad fresca y renovada es la única manera de sobre ponerse a la adversidad. De esas últimas semanas en que mi padre estuvo en el mundo con qué alegría y alivio lo descubrí una mañana, recién bañado y luminoso, de pie en su escritorio, que evocaba al de Hemingway. Me invadía entonces la pasajera y consoladora seguridad de que era capaz de vencer las tempestades que lo amenazaran a él y a los de su barco.

La Invencible. El mismo adjetivo, igualmente con mayúscula, utilizó Felipe II para bautizar a su Armada. Invencible cada uno de sus bronces y velas, jarcias y mascarones. La derrotaron los elementos antes que sus humanos enemigos. A esta otra nada la vence. Por eso impone el inaudito poder de la minúscula: invencible es la vida y no la muerte.

(…)

Hoy es domingo y he rebasado la edad que mi padre tenía cuando decidió abandonar el mundo, incapaz de enfrentar ya no victoriosa sino decorosamente a La Invencible. Hoy soy más viejo que mi padre. Hoy mi padre es el hijo que no tengo.

(…)

Rubén Bonifaz Nuño nació el mismo día y el mismo año en que mi padre biológico vino al mundo. En este barrio, el niño Rubén soñaba con ser héroe y mago. Sus compañeros más hondos, llamados Salgari, Dumas y Rider Haggard, lo hicieron lector. Más aun, protagonista de combates en que llevó a la práctica la condición de la aventura con el anunciado riesgo del fracaso, suprema iluminación del que se arriesga. A sus ochenta y seis años, los mismos que ahora tendría mi padre, traba combate diario por la vida, enfrenta sus cotidianas humillaciones con estoicismo y entereza y nos hace entender cada día más el sentido de aquel verso suyo donde afirma que “es mejor sufrir que ser vencido”. Mi padre Martín dejó de creer que al escribir para uno se escribe para otro. Y ese otro, que acaso nunca conoceremos, nos justifica sin saberlo él ni nosotros, porque con él labramos la más poderosa armadura.

(…)

Tras el disparo de salida en las carreras de larga distancia, el mayor de los estímulos es la frase “Los esperamos a todos en la meta”. Cuando los de mediano rendimiento llegamos a la mitad de la competencia, es un honor ver a los punteros, kenianos con piernas de antílope, cercados por carencias y dobles ansias de vencerlas. Sabemos que ellos llegarán antes que todos. Uno sigue corriendo, seguro de no tener el cuerpo, la condición, la disciplina del que encabeza ese nosotros afanoso y gratuito al que consagramos cada minuto y cada esfuerzo de ese día. Al vislumbrar la meta y cruzarla con el último aliento, somos parte del héroe que hizo lo mismo que nosotros pero lo hizo mejor. Así con la escritura. Escribir es tener orgullo y humildad. En ese orden. Orgullo para profetizar, como Zola: “Seré Balzac o nada”. Humildad para admirar la gloria de ese otro que ha visto lo que nosotros hemos creído ver. Uno cruza la meta como puede y no como debe. No se trata de falta de esfuerzo sino de plena conciencia de los poderes con los que contamos. Es posible expandirlos, entrenarlos, pero íntimamente sabemos lo que somos. La expresión “Los esperamos a todos en la meta” puede ser hermana de la frase amarga y soberbia de Salieri cuando dice a su confesor: “Bienvenido al Universo de los mediocres”. En su sentido más hondo, subraya la sabiduría ancestral rescatada por uno de nuestros más jóvenes clásicos:

Después me dijo un arriero
que no hay que llegar primero
sino hay que saber llegar.

 

Octubre de 1993. No me duele una mujer en todo el cuerpo, como en el verso que Borges concibió para los vulnerados. Me lastima cada uno de mis músculos tras haberlos sometido al esfuerzo de medio maratón. Correr es como escribir. No hacerlo acabaría con ese inexplicable y absurdo sufrimiento. Pero también con el goce más sublime y pleno logrado en soledad. Me baña, con el mismo vigor y contundencia de la regadera que me bautiza como la primera vez, el fragmento del epistolario de Flaubert, al que acudía mi padre con frecuencia: “Pero la vida es tan corta. Nunca escribiré lo que quiero, ni la cuarta parte de lo que sueño. Toda esta fuerza que se siente y que te asfixia, habrá que morir sin haberla desbordado”.

 

A La Invencible se llega con preguntas. Nunca se sale con respuestas. El primer caballo de tequila que invade el estómago vacío abrillanta hasta la última de las piedras del barrio, como cuando sobre ellas cae una lluvia prolongada y nos otorga la momentánea ilusión de que será más breve la distancia entre experiencia y escritura. Para que el fuego nacido del impacto sea fruto de la sustancia y no del artificio. Alejar las palabras de la vida para que a ella más se acerquen. Me llega, como muchas otras imágenes reincidentes, una de los últimos días que vivimos en el centro antes de irnos a la colonia Roma, tierra entonces ignota y prometida. Papá se encuentra en el interior del único
coche que tuvo. Mientras llega el muchacho que manejaba para él, espera, leyendo como siempre. Una parroquiana de La antigua Roma, que parece salida de una película de Ismael Rodríguez, se le acerca, curiosa e insolente. Junto a su aliento fermentado, le lanza una pregunta que es afirmación al descubrir a un ser en apariencia ajeno a la fauna del barrio: “Ese mi valedor, de qué las compone”. Mi padre la mira y lanza espontáneamente la carcajada infantil que nunca debió de haberlo abandonado. A ella me aferro para que no me abandone.
En su última clase, el maestro Quirarte dejó un solo trabajo. Con el paso de los años he aprendido que consiste en escribir la carta que no pudo dejarnos. Su herencia fue la vida, la invencible. Su ejemplo final nos ha llevado a intentar agotarla, abrirle las piernas, seducirla sin tregua para lograr sus más altos dones. Como la escritura, puede ser conquistada por momentos, siempre y cuando seamos dignos de las armas para combatirla, hacerla nuestra aliada y vencer al común enemigo.»

Vicente Quirarte, «La invencible» texto descargable aquí: http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/0112/quirarte/01quirarte.html

«El esquizoanálisis o la pragmática no tienen otro sentido: experimenta»

Así actuamos nosotros, los brujos, no según un orden lógico, sino según compatibilidades o consistencias alógicas. La razón es muy simple. Nadie, ni siquiera Dios, puede decir de antemano si dos bordes se hilarán o constituirán una fibra, si tal multiplicidad pasará o no a tal otra, o si tales elementos heterogéneos entrarán ya en simbiosis, constituirán una multiplicidad consistente o de cofuncionamiento, apta para la transformación. Nadie puede decir por dónde pasará la línea de fuga: ¿se dejará hundir para volver a caer en el animal edípico de la familia, un simple Podenco? ¿O bien caerá en el otro peligro, el de transformarse en línea de abolición, de aniquilación, de autodestrucción, Achab, Achab…? Nosotros conocemos muy bien los peligros de la línea de fuga, y sus ambigüedades. Los riesgos siempre están presentes, pero siempre existe también una posibilidad de escapar a ellos: en cada caso se dirá si la línea es consistente, es decir, si los heterogéneos funcionan efectivamente en una multiplicidad de simbiosis, si las multiplicidades se transforman efectivamente en los devenires de paso. Pongamos un ejemplo tan simple como: x vuelve a tocar el piano… ¿Se trata de una vuelta edípica a la infancia? ¿Se trata de una manera de morir en una especie de abolición sonora? ¿Se trata de un nuevo borde, como una línea activa que va a entrañar otros devenires, devenires completamente distintos que el devenir o redevenir pianista, y que va a inducir una transformación de todos los agenciamientos precedentes en los que x estaba prisionero? ¿Una salida? ¿Un pacto con el diablo? El esquizoanálisis o la pragmática no tienen otro sentido: haz rizoma, pero no sabes con qué puedes hacerlo, qué tallo subterráneo hará efectivamente rizoma, o hará devenir, hará población en tu desierto. Experimenta.”

Deleuze y Guattari, Mil mesetas, pág. 255

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