Como si no permaneciéramos esclavos en tanto no nos damos el derecho de crear los problemas que nos implican.

por Juan Pablo Anaya

“se nos hace creer que los problemas son dados completamente hechos y que desaparecen en las respuestas o la solución; bajo ese doble aspecto, ya no pueden ser sino fantasmas. Se nos hace creer que la actividad de pensar, y también lo verdadero y lo falso en relación con esa actividad, sólo comienzan con la búsqueda de soluciones, sólo conciernen a las soluciones. Es probable que esa creencia tenga el mismo origen que los otros postulados de la imagen dogmática [del pensamiento]: siempre ejemplos pueriles separados de su contexto, arbitrariamente erigidos en modelos. Es un prejuicio infantil, según el cual el maestro da un problema, y nuestra tarea es resolverlo para que después el resultado sea calificado de verdadero o de falso por una autoridad poderosa. Y además es un prejuicio social –cuyo interés visible es mantenernos niños– que siempre nos invita a resolver problemas venidos de otra parte y que nos consuela o nos distrae diciéndonos que hemos vencido si hemos sabido responder: el problema es un obstáculo, y quien responde, una especie de Hércules. Ese es el origen de una grotesca imagen de la cultura que se encuentra tanto en los tests como en las consignas del gobierno, o en los concursos de los diarios (donde cada uno es invitado a elegir de acuerdo con su gusto, con la condición de que ese gusto coincida con el de todos). Sea usted mismo, dando por sentado que ese yo [moi] debe ser el de los otros. Como si no permaneciéramos esclavos, en tanto no disponemos de los problemas mismos, de una participación en los problemas, de un derecho a los problemas, de una gestión de los problemas.”

(Deleuze, Diferencia y repetición)

“La verdadera libertad reside en un poder de decisión, de constitución de los problemas mismos: ‘(…) pero plantear [el problema] no es simplemente descubrir, es inventar. El descubrimiento atañe a lo que ya existe actual o virtualmente: era, pues, seguro que tarde o temprano tenía que llegar. La invención le da el ser a lo que no era y hubiera podido no llegar jamas. Ya en matemáticas, y con mucha mayor razón en metafísica, lo más frecuente es que el esfuerzo de la invención consista en suscitar el problema, en crear los términos mediante los cuales se planteará’ (Bergson)”

(Deleuze, El bergsonismo)