Sobre la naturalización de la infelicidad, por Fred Moten
por Juan Pablo Anaya
“Estábamos intentando entender… nuestra propia alienación respecto de nuestra capacidad de estudio –la explotación de nuestra capacidad de estudio que se manifestaba a través de una serie de productos académicos… Y nos dimos cuenta de que eso era lo que los trabajadores, que también son pensadores, siempre habían intentado entender. ¿Cómo es que no podemos estar juntos y pensar juntos [y trabajar juntos] de tal manera que eso se sienta bien, de la manera en que debería de sentirse bien? A la mayoría de nuestros colegas y estudiantes —y puedes desdibujar esta distinción tanto como quieras— esta era la pregunta que más les costaba considerar. Todo el mundo está encabronado y se siente mal, pero muy rara vez se entabla una conversación donde la gente se plantee “¿por qué esto no nos sienta bien?”. Hay mucha gente enojada… pero le resulta difícil preguntarse, colectivamente, “¿por qué esto no se siente bien?”. Me encanta la poesía, pero ¿por qué no sienta bien leer, pensar y escribir sobre poesía en este contexto? A mi juicio, esta es la pregunta que empezamos a intentar plantear… eso es lo insidioso, esta naturalización de la infelicidad, la convicción de que el trabajo intelectual exige alienación e inmovilidad y el dolor y la náusea resultantes son una especie de medalla de honor, una especie de condecoración con la que puedes adornar tu toga académica, o algo así. El goce es sospechoso, deshonesto, una señal de privilegio ilegítimo o de una especie de rechazo cobarde a mirar directamente a la cara todas estas chingaderas, lo cual es algo que, supuestamente, desde luego, sólo se puede hacer en soledad. La cuestión es no quedar desconectado de esta manera; estudiar el antagonismo general desde el interior del antagonismo general. Mi película favorita es Las sandalias del pescador y quiero ser como ese personaje de la historia que se llama Padre Telemond. Él creía en el mundo. Como Deleuze. Yo creo en el mundo y quiero estar en él. Quiero estar en él hasta el final porque creo en otro mundo en el mundo y quiero ser parte de eso. Y pienso seguir siendo un creyente, como Curtis Mayfield. Pero eso va más allá de mí e incluso más allá de Stefano y de mí, está ahí fuera en el mundo, en lo otro, en el otro mundo, el ruido gozoso del scat del escatón diseminado, el rechazo abajocomún de la academia de la infelicidad.”
Fragmento, del libro «Los abajocomunes» (The Undercommons), traducido por Marta Malo con modificaciones del que lleva este blog.